El sonido de la Luna

viernes, 15 de abril de 2011

Sin miedo al futuro

Si hay algo que he podido aprender en los últimos años, es que uno debe caminar por el sendero de la honestidad y de la convicción. Cuando uno se engaña a sí mismo, la miseria del consciente y del inconsciente te corroe el alma, y te hace sentir más miserable que la misma miseria. La dignidad es de las pocas cosas que uno se lleva a la tumba, y el respeto por ser consecuente con los principios morales y éticos, son las más valiosas pertenencias que podemos dejarle a nuestros seres queridos en el final de nuestros días.

Siempre tendré en mi corazón el coraje para luchar por lo que creo, que la justicia de los pueblos oprimidos y olvidados estará siempre por encima de mi propio bolsillo, que el respeto y compromiso con nuestra gente, con nuestro mundo, con nuestro universo, estará siempre en la mochila de mis hijos ocupando un espacio mucho más importante que cualquier materia escolar. A mí, me tocó nacer aquí. En un país diverso, multicultural, tan simple como complicado, tan pobre como rico, tan misterioso como su propia gente. Tuve la suerte de que nunca me faltara nada, gracias al esfuerzo de mis padres a quienes nadie les regaló nada. Por eso hoy me siento más comprometido con esa inmensa mayoría de peruanos olvidados y marginados, aquellos que apenas aparecen en las postales turísticas, aquellos que el pasado 10 de abril volvieron a gritar después de cinco años, que ellos también existen. Sería un traidor a mi propia existencia si dejara que mis propios intereses económicos y personales pasaran delante de ellos una vez más, despreciándolos. Y lo digo de esta manera porque sé que mi propia profesión forma parte de un medio que poco hace por ellos, por crecer junto a ellos, por avanzar de la mano con ellos.

Ni yo mismo estoy seguro de que mi decisión sea la correcta, ¿Cuándo lo es, no? Sé que mi decisión podría estar lanzándonos al fondo de un abismo, pero prefiero pensar que ese salto al vacío pueda ser la oportunidad para empezar a entendernos, a querernos a apoyarnos de una vez por todas como esa comunidad que crece junta, desconectada de una vez de esa maquinaria que repulsa el cambio, lo nuevo, lo diferente. Siempre dije que las ovejitas que se salen del rebaño, son las que saben el camino a la libertad. Nuestra sociedad solo avanzará cuando lo hagamos TODOS. Y llevamos varios años engañados pensando que avanzamos, cuando no son solo las abstracciones económicas las que debieran medir ese progreso, sino también nuestro nivel de felicidad, de acceso a la educación, de acceso a las necesidades básicas, de respeto por nuestro entorno.

Hoy nos encontramos en esta encrucijada, quizás una de las más importantes de nuestra historia, y vaya casualidad que casi coincida con aquella profecía Maya, que habla de giro de los tiempos, de la sincronización de los tiempos. Estamos entre volver a formar parte de aquel sistema corrupto, solo por creer que de esa manera todo seguirá igual, nada cambiará y seguiremos viviendo en la misma burbuja de espaldas a los que más nos necesitan; o intentar dar ese paso hacia lo desconocido, hacia ese espacio que pondrá a prueba nuestro verdadero principio de fraternidad, de trabajo en equipo, de crear lazos de unión entre todos, para estar más alertas y conectados que nunca. Porque sea cual fuese el resultado del 5 de Junio, hay algo que tenemos que tener claro todos y cada uno de nosotros, sin distinción de clases, razas y credos: Que saldremos juntos a las calles para defender lo único que nos convierte en seres humanos de bien, nuestra LIBERTAD